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La manera en que una pareja maneja su dinero refleja, en muchos casos, la dinámica de poder, los valores compartidos y el nivel de comunicación. Pero, ¿qué pasa cuando uno de los dos gana más? ¿O cuando los objetivos financieros no están alineados? Aquí te explicamos cómo reorganizar sus finanzas desde una visión más justa y sostenible.
Uno de los principales errores es evitar hablar de dinero por miedo a generar conflicto. Pero sucede lo contrario: no hablarlo genera resentimientos, desequilibrio y confusión. Programen al menos una vez al mes una “cita financiera”, donde puedan hablar abiertamente de:
El respeto mutuo y la empatía son claves para que estas conversaciones no se conviertan en una discusión de poder, sino en un espacio de construcción conjunta.
Repartir todo 50/50 puede parecer justo, pero no lo es si uno gana considerablemente más. La equidad no es igualdad matemática, sino proporcionalidad en función de la capacidad. Por ejemplo:
Esto evita que una de las partes quede financieramente asfixiada y fomenta una vida en pareja más balanceada.
Una gran estrategia financiera en pareja es tener tres cuentas:
Pueden definir un monto fijo que cada uno aporta mensualmente a esa cuenta conjunta, de nuevo, con base en sus ingresos. Esto mantiene autonomía financiera y evita que una persona dependa económicamente de la otra.
Hablen sobre sus metas a corto, mediano y largo plazo. Algunas podrían ser compartidas, como:
Pero también deben reconocer que cada persona tiene derecho a objetivos financieros personales: tal vez uno quiere estudiar una maestría, o el otro quiere invertir en un proyecto propio. Respetar estas metas personales es parte de construir una relación saludable.
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No importa si están casados legalmente o no: una pareja que construye un proyecto de vida debe también prever el futuro. Esto incluye:
Muchas mujeres dejan este tipo de decisiones en manos de su pareja, lo que puede ser peligroso si hay una separación o un imprevisto. Cada uno debe tener su propio plan y asegurarse de que esté respaldado legalmente.
Cuidado con las dinámicas donde uno revisa, autoriza o restringe los gastos del otro. Estas son señales de violencia económica, no de responsabilidad financiera. Lo sano es que ambos:
Si no logran ponerse de acuerdo, o si simplemente quieren profesionalizar su manejo del dinero, pueden recurrir a un asesor financiero. Idealmente uno con perspectiva de género, que entienda cómo los roles sociales y las diferencias estructurales influyen en las finanzas individuales y de pareja.