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Muchas parejas caen en el mito de la equidad mal entendida: repartir los gastos por mitades sin considerar diferencias salariales o condiciones estructurales. Aquí desmontamos ese mito.
Aportar el mismo monto cuando los ingresos son desiguales puede asfixiar a una de las partes. La equidad financiera implica una distribución proporcional que favorezca la estabilidad individual.
Ejemplo: una pareja joven, ambos aportan 50% a la renta, pero él gana 40% más. ¿Consecuencia? Ella no tiene ahorro, no invierte, y vive con estrés financiero permanente.
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Puedes reorganizar gastos, construir cuentas individuales, y fomentar una comunicación financiera saludable basada en respeto y autonomía.