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En las finanzas personales, hay reglas que parecen no escritas, pero que se aprenden a la mala. Una de ellas, quizá la más dolorosa, es esta: no prestes dinero a familiares o amigos… salvo que estés dispuesto a perderlo.
En el episodio del podcast El dinero no viene con instrucciones, Brenda Gómez comparte este principio como un “mandamiento plus”, una advertencia que muchos hubiéramos querido escuchar antes de vivirlo en carne propia.
La mayoría de nosotros crecimos en entornos donde ayudar al otro era un valor: ser solidario, apoyar a un ser querido, “echar la mano”. Por eso, cuando alguien nos dice “¿me prestas?”, la primera reacción emocional es la empatía. “Claro, yo también estuve en una situación difícil alguna vez”.
Pero aquí entra el problema: mezclamos la emoción con una decisión financiera, y no analizamos las consecuencias. Lo que comienza con buena intención puede terminar en deuda emocional, resentimiento o pérdida total del dinero… y de la relación.
Estas historias no son raras. Son universales. Lo que se rompe no es solo el equilibrio económico, sino la confianza, la comunicación, y en muchos casos, el vínculo.
Prestar dinero activa un cóctel emocional:
Además, ese dinero que prestaste ya no trabaja para ti: no genera intereses, no invierte en tu futuro, y encima te quita paz. Como dice Brenda en el episodio: “Es como pagarle al banco un permiso por deber, pero en este caso tú eres el banco… y el otro no te paga”.
👉 ¿Te identificas con esta situación o conoces a alguien que sí? Escucha los 10 mandamientos financieros:
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¿Ese dinero cubre tu fondo de emergencia? ¿Es parte de tus ahorros a largo plazo? ¿Lo necesitas el próximo mes? Si la respuesta es sí a cualquiera de estas preguntas, la respuesta debería ser no.
Esta es la regla de oro. Si decides prestarlo, hazlo como si fuera un regalo. Así, si no te lo regresan, no te destruye emocionalmente.
Si decides avanzar:
A veces, lo que la persona necesita no es dinero, sino guía. Puedes ayudarle a crear un presupuesto, ponerle en contacto con una asesoría, compartirle herramientas financieras. Ayudar no siempre implica dinero.
Si ya caíste en esta trampa, no todo está perdido:
Y sobre todo, aprende la lección. Si esto te dolió, úsalo como experiencia para cuidar mejor tu patrimonio en el futuro.
No prestes dinero que no estés dispuesto a perder.
No es egoísmo, es responsabilidad financiera. Ayudar es hermoso, pero no a costa de tu estabilidad emocional o tu futuro económico. Antes de extender la mano con la cartera, asegúrate de no vaciar tu paz mental en el proceso.