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Históricamente se nos enseñó que el amor lo puede todo. Que si encontramos a la persona “correcta”, esa persona nos cuidará, protegerá y resolverá. Pero la realidad nos demuestra otra cosa: el amor no exime la responsabilidad financiera individual. Y mucho menos si eres mujer, donde los datos muestran que hay más probabilidades de precariedad económica al final de la vida.
Este artículo no es una crítica al amor, sino una invitación a replantearlo desde el amor propio.
El amor romántico tradicional ha perpetuado la idea de que las mujeres pueden delegar su futuro financiero porque el “príncipe azul” se encargará de todo. Esto genera dinámicas peligrosas como:
Todo esto es un caldo de cultivo para desigualdades económicas, dependencia emocional y vulnerabilidad patrimonial.
En muchas relaciones, especialmente en matrimonios tradicionales, a las mujeres se les asigna una “mesada” o se les dice que no se preocupen, que “todo está cubierto”. Pero cuando revisamos los activos reales, muchas veces:
Tener acceso al dinero no es lo mismo que tener propiedad o control sobre él. Esta es la diferencia clave entre vivir cómoda y vivir segura.
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Invertir en ti misma no es egoísmo. Es inteligencia emocional y económica. Así sea poco, tener una cuenta de ahorro, un fondo de emergencia o un plan de retiro es una forma de cuidarte y prepararte para lo inesperado.
Incluso si no trabajas formalmente, puedes empezar con estrategias como:
Planes de retiro deducibles de impuestos
Ahorro hormiga ($30 pesos al día)
Cuentas individuales de inversión desde $1,000 mensuales
Si no logran ponerse de acuerdo, o si simplemente quieren profesionalizar su manejo del dinero, pueden recurrir a un asesor financiero. Idealmente uno con perspectiva de género, que entienda cómo los roles sociales y las diferencias estructurales influyen en las finanzas individuales y de pareja.
Perfecto. Pero eso no invalida que cada persona deba tener su propio plan financiero. Amar no significa renunciar a tu autonomía. Incluso si tu relación es estable y tu pareja te apoya, tener tu propio patrimonio:
Cuando una mujer tiene salud financiera, su familia también gana. Puede responder ante una emergencia, construir un legado, educar financieramente a sus hijos y tomar decisiones sin miedo.